Hoy, 24 de abril, celebramos la conversión de nuestro padre san Agustín, un momento clave que transformó su vida y la historia de la Iglesia.
A los 32 años, en Milán, Agustín escuchó una voz que le decía: “Toma y lee”. Al abrir las Escrituras, encontró el llamado de Dios que tanto había buscado. Este encuentro con la Palabra lo llevó a abrazar la fe y a ser bautizado por san Ambrosio en la Vigilia Pascual del año 387.
Su conversión no fue solo un cambio de vida personal, sino el inicio de una búsqueda incansable de la verdad y la comunión, que sigue inspirando a la Iglesia y a la Familia Agustino Recoleta.
Hoy, como miembros de la familia Agustino Recoleta, renovamos nuestro compromiso de vivir con un corazón inquieto que solo descansa en Dios.